AL FINAL, LA VIDA SERA LO QUE RECORDEMOS DE ELLA, NORMAN MORALES

Que el sentido de la realidad es discontinuo es algo que puede apreciarse en la sucesión de las diferentes formas del arte. Siendo un reflejo de las relaciones existenciales entre el ser humano y su circunstancia, resulta natural que, a medida que el contexto cultural cambia, las formas artísticas se transformen.

Si consideramos esta condición, el hecho de que el relevo de diferentes estilos artísticos se agotara con el delirio estético de las últimas vanguardias no debería de sorprendernos. En ese entonces, a pesar del anhelo moderno por determinar el sentido de la historia, el ser humano terminó por absolverse a sí mismo de todo paradigma ideológico, y con ello, por eximir al arte de cualquier tipo de dogma estético. es asi como cada obra construida es, a su modo, la respuesta a una construcción o materialización de un espacio existencial estimulado en ideales sociales, morales y éticos, forjados a través de su historia. Si bien cada obra es inescapablemente contingente en lo particular, al mismo tiempo su proceso y resultado buscan alcanzar un ideal. Cada edificio u obra puede entenderse como un dispositivo de identidad colectiva, donde se re-presenta la Cultura en sí misma, es un espacio donde puede uno verse reflejado. Así, la arquitectura y el arte cobran un rol en la construcción del “ser” en el tiempo, haciendo que el mundo sea algo visible y espacial, un espacio donde vernos reflejados, aglutinando su presencia en una cosa.

De ese modo, su objetivo es aquel de dejar una constancia una orientación en el espacio tiempo y puede ser también una identificación especifica de una ciudad o sociedad, y de ese modo poder vernos reflejados en ello.

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