BETWEEN BEFORE AND AFTER – JUSTIN HIBBS

Sala de Proyectos

Septiembre – Octubre 2018

Slow Light Breaks

Una serie de páginas, complejamente desteñidas parece que nos hablan desde otro mundo, o más bien de un continuo de mundos. Fueron extraídas de un catálogo (original de 1875) de Printemps, tienda departamental francesa que innovó con la instalación de elevadores, revolucionó el medio con el uso de precios fijos en lugar de regateables e iluminaba sus departamentos con gas. Eso sucedió hace 143 años, un par de vidas ya. En aquel entonces, la clase media ascendente de la Tercera República buscaba en los folletos de muestras textiles: detalles más ricos para salones llenos de lujosos muebles y madera finamente curvada, sin la menoR idea de que para 1947 (a medio camino de entonces) la llegada del modernismo simplista y dos guerras globales habrían de dejar obsoletos estos síntomas estéticos y destruído muchas otras cosas. Sin idea tampoco, de que entre 1947 y ahora, la clase media se reduciría una vez más y las fuerzas oscuras que se creían vencidas al final de la Segunda Guerra Mundial volverían a manifestarse.

Sin embargo, el libro todavía está presente, registrando el paso del tiempo de una manera misteriosa. Estas páginas (al rededor de 20) que Justin Hibbs adquirió de un diseñador textil que había utilizado el documento como un portafolio que evocaba su propio trabajo, han cambiado de color a un marrón rosáceo producto del efecto intermitente de luz diurna. Al presentar lo que una vez fue, estos documentos trazan la evolución cultural que dió paso a la geometría rígida propia de la modernidad. Una serie de muestras ausentes dejan composiciones fantasmales de rectángulos y triángulos en el papel, volviendo este espacio negativo en positivo, la eliminación como adición. A veces, estas composiciones ad-hoc se asemejanmisteriosamente a las obras de Mark Rothko (que acaba de alcanzar la madurez artística en 1947), de Agnes Martin o Josef y Anni Albers. En siete momentos, Hibbs interviene y no solo presenta otro grupo de readymades impresos en litografía de un catálogo de Phillips de diseño y mobiliario del siglo XX, a los cuales ha agregado figuras geométricas de color puro. El modernista presente ya en el pasado, punto de referencia más cercano a Ellsworth Kelly. Estos collages, arraigados en el siglo XIX y aumentados en el siglo XX, están modulados por la ominosa luz del siglo XXI. Como tales, entrecruzan un período de creencia en el progreso, un sentimiento en recesión hoy con toda la palabrería de volver a los tiempos medievales, creencia subjetiva, regionalismo sobre globalismo, el desmantelamiento de proyectos continentales que han asegurado algo parecido a tiempos de paz. Este progreso, sin embargo, fue accidentado e implicó un pasaje a través de la racionalidad pulcra (el punto de pivote de la línea de tiempo implícita en Hibbs y el aspecto que su arte más fuertemente retoma) que, en retrospectiva, no transformó a la humanidad a su imagen, no eliminó el desorden y la irracionalidad de nuestra especie, no tuvo éxito en su tenacidad.

En el arte moderno del siglo XX, por supuesto existían reclamos por la autonomía y del “destino” de los medios -pintar, por ejemplo, volver a parecerse más al acto de pintar que apenas podemos procesar hoy día. Las obras de Hibbs, refutan la autonomía plástica en varios niveles. De factura borrosa, sus pinturas sin ser pinturas, realizadas parcialmente con luz suave, encuentran que el artista no es el maestro controlador de la escena sino el colaborador de la casualidad. Existen enfáticamente en el tiempo, mientras que parte del objetivo del arte moderno -ejemplificado por obras cada vez más abstractas, pero también por el entorno de cubo blancoera suspenderlo. Sin esperar necesariamente que el mañana sea mejor que el presente, contribuyen a un proyecto de iluminación del comportamiento pasado que se percibe esperanzador.

Un segundo cuerpo de trabajo, mientras tanto existe a través de un recurso más joven: periódicos recientes, con frecuencia el Financial Times, The Guardian y The Times evidencian a Hibbs como una especie de adicto a las noticias, arrojado a un mar de opinions y boletines en constante actualización en un mundo donde la verdad dura es cada vez más difícil de encontrar. Los periódicos británicos desde 2016 han estado dominados por el Brexit, una estadística desconocida cuyo estado cambia día a día, como lo hace el otro eje de las noticias contemporáneas, la presidencia oscura de los Estados Unidos. El grito de los Brexiteers fue “retomar el control”, una declaración sinónima al modernismo, y cuyos resultados ya se conocen. En cierto modo, recuperar el control es lo que Hibbs está haciendo aquí al colaborar con los periódicos, usándolos como el terreno para abstracciones geométricas subjetivas en tinta y pintura. Las fotografías se vuelven fantasmales bajo finos trazos verticales. La inclinación de un titular se convierte en un trampolín para líneas radiantes. Batallones de rayas negras anidadas, como fantasmas fragmentarios de un Albers o un Frank Stella temprano, se instalan en la página arrugada.

Aunque las obras se ubican entre la ansiedad y la autoestima: Hibbs solo está a medio trayecto de restablecer el control, incluso cuando las obras buscan la tranquilidad de la forma euclidiana, porque se ve obligado a lidiar con lo que ya existe en la página. Está cooperando con la casualidad, aceptando la realidad como una oportunidad y algo que no puede ser completamente aniquilado, en lugar de buscar a sangre fría luchar en contra de ella. En ese sentido, su geometría opera a una distancia sanguínea de la de lo moderno, que buscaba actuar como si el desordenado mundo real no existiera o pudiera ser borrado. Esta perspectiva se extiende, mientras tanto, a sus esculturas independientes, que se ven elegantemente modernas en algunos aspectos, pero que exponen una doble cara: tienen un aire de origami de acero, incorporando el espacio positivo y negativo, son reflejantes para que en el tránsito del espectador, ella misma, la escultura o él, aparezcan reflejados, pinchando la soberanía de la obra. El otro, y sus actitudes, ansiedades, imperfecciones, también están allí, de manera inestable, como también lo están los trabajos en las paredes que rodean la escultura. Es, en este sentido, la misma dinámica que anima las obras periodísticas, donde el mundo se abre paso implacable como contrapunto: cripto, lujo, ira masculina, armamento.

Las obras de los periódicos son rosadas y doradas como las de las páginas del catálogo avejentado, estas series gemelas conversan y se apoyan la una en la otra. El Financial Times ya adquirió esta tonalidad, pero Hibbs ha teñido sus frágiles superficies de papel con más pintura. Se ven preenvejecidos, de modo que la brecha se colapsa entre 1875 y 2018. En ambas eras, la geometría de bordes rígidos se siente fuera de tiempo; nosotros, y nuestros precursores, buscamos consuelo en una edad acelerada. Todo el mundo que transitaba por el libro de contabilidad de Printemps -cuando eso era lo que era- moría sin la menor idea de lo que traería el siglo y el cambio, mientras que enmedio del entonces y el ahora sucede una era en la que pensamos, irónicamente, que podíamos vencer historia, domesticar los aspectos más oscuros y más caóticos de la naturaleza humana. El modernismo, que ahora forma parte de los catálogos de subastas, no era más que un subconjunto del pensamiento moderno, que aún nos acompaña y nos ha proporcionado, con el tiempo y, entre otras cosas, luces eléctricas, ascensores, computadoras, Internet, redes sociales y elecciones presuntamente fraudulentas. La modernidad desplaza tanto como crea, conduciendo al servicio del progreso -los medios impresos, los periódicos; por ejemplo, penden de un hilo-. Si el progreso realmente nos lleva adelante o si hemos confundido el progreso con el avance tecnológico es otra cuestión.

Mientras tanto, hace cinco años Printemps, que se enfocaba en bienes lujosos para aquellos que podían costearlos, fue comprador por un fondo de inversión catarí que disfruta de lagunas tributarias rentables. Estas páginas desvanecidas han estado allí a través de todo esto, a través de todos estos mundos. Si uno deseaba que pudieran hablar, bueno, ahora lo hacen.

Martin Herbert

 

 

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