SOBRE LAS CONSTELACIONES QUE NOS ATRAVIESAN, MÓNICA ESPINOSA

Del dibujo a las acciones, al video, al objeto, a las palabras…

Un hecho es que todas las cosas son alteradas por los otros, se desata la imposibilidad de sostener; alguien sentado desde una montaña está observando las luces que vienen de los muertos, tal vez de los millones de insectos que han dejado de volar, sus ojos se tensan entre la nada y el infinito, bosteza. De sus rodillas emanan figuras geométricas que se acuestan en el aire. Alguien sopla para ahuyentar las pelusas que vienen a impregnarse de sus secretos, actúa como si todo fuera una infinita sospecha. Alguien más adentro de un disfraz típico de carnaval mexicano levanta el brazo en dirección al sol y se pregunta si está atrás o delante de él, arriba o abajo, sin llegar a ninguna conclusión.

De tales situaciones se construyen planos saturados de energías y de movimientos desdoblados que corrompen su aparente quietud con elementos inesperados. Suceden, capas de mundo, siempre habrá una capa detrás de otra, un mundo detrás de otro. Energías sueltas. Es curioso que tan ordinaria resulta ser la energía perdida que parecemos no notarla, en sentido opuesto hay una extraña fascinación por inventar máquinas que buscan generar un movimiento perpetuo, nuestras acciones cotidianas atravesadas por ritmos y coreografías pueden ser lo más cercano a ese movimiento eterno pero alterado.

Ignoramos. Con o sin nuestra atención el universo acontece. Un universo activo y otro dormido. Un experimento de ciencia básica para niños. Siempre hay un mecanismo en movimiento generando energía y sólo vemos la punta de todo eso, el pequeño iceberg. Resulta conmovedor pensar en todo lo que está detrás de nuestra espalda y que no podemos ver, una especie de organismo con una respiración propia causada por sus movimientos particulares, haciendo una maquinaria desbordada e incontrolada en muchas direcciones. La materia se ríe de nosotros.

Alguien pone atención en la incertidumbre y sus efectos, en esos devenires que actúan en silencio. Alguien más, reconoce como evento artístico lo in-significante, lo cotidiano, el derecho a ignorar y a errar, a equivocarse, a tartamudear, a la inseguridad, al tedio y a la pasividad, al desapego, el aprender menos. El arte como un encuentro para permanecer la mayor parte del tiempo alerta aún para esperar la decepción. Lo humano haciendo un mecanismo, así, cada uno de nosotros con nuestros actos diarios sólo somos un engrane más de una extensa maquinaria llamada cotidianidad.

Mónica Espinosa

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