Sala Principal y de Proyectos
14 de noviembre, 2015 – 15 de enero, 2016
¡No más obscuridad!
Curiosamente, no hay sombras en los dibujos de esta exposición. En su aparente simplicidad, lo que nos ofrece Sergio Gutiérrez es un verdadero elogio de lo visible, un ejercicio complejo de llevar a la luz lo que nos permite ver: pone luz sobre la luz.
Los dibujos de grafito que componen esta serie de gran formato son un recorrido de las frecuencias de la luz y sus posibles combinaciones, desde su básica recepción, ligera y sutil, hasta su mera generación, densa y material. Si unos dibujos necesitan luz para poder verse, otros son capaces de generar luz e iluminar su entorno, creando verdaderos espejos.
Cuando ejecuta, el brazo-lápiz funciona como un péndulo marcando unas formas, tanto orgánicas como geométricas. El surgimiento de la luz, su energía y sus formas crean un estado de consciencia alterado durante el cual se produce algo más allá del lenguaje. Me explico: el sistema verbal no hace caso de las luces y sombras, porque sólo sirve para nombrar y clasificar. Este proceso visual en particular se realiza en algún pliegue del cerebro, combinando lo que ve el ojo izquierdo con el derecho, en un tipo de Triángulo de las Bermudas.
En otras palabras, la capacidad de percibir la coreografía de la luz sobre nosotros y nuestro entorno, a lo largo de los días, de la vida, con sus posibilidades alternativas de patrones, formas primarias y matices, se podría acercar a la idea de lo “sublime”; algo más allá de la creación de imágenes, algo que, como lo define Kant: “eleva las facultades del alma por encima de su término medio ordinario”. Más allá, percibir tiene capacidad de memoria (“percibir, es recordar” escribe Merleau-Ponty en Fenomenología de la percepción) y también, haciendo un breve paso por la teoría Gestalt, la percepción es lo que permite buscar “la buena forma”, liberada de interferencias simbólicas.
Entonces la pregunta es: ¿que está buscando Sergio? Aterrizar visiones lumínicas siempre ha sido una preocupación en su trabajo, pero esta insistencia llegaría a ser invocación… El motivo de esta búsqueda de luz total a mi parecer, tiene que ver con la voluntad de una “agonía del yo”. En este mundo en disolución y en esta tierra extranjera que se ha vuelto el yo, el espejo puede él sólo concentrar la atención, el flujo de las apariencias. Construyendo grandes espejos de grafito, Sergio logra controlar la luz e iluminar lo que queda en la obscuridad y orientarnos: sus dibujos se vuelven brújulas, tótems, puertas, pasajes.
Desde el espejo de Platón, pasando por el de Pistoletto, ¿el espejo no es la imagen de ese otro yo liberado de su materialidad, siendo espíritu, forma o totalidad, reflejando todo excepto el mismo?
—Caroline Montenat, Noviembre 2015
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