A La Velocidad Del Tiempo
A La Velocidad Del Tiempo
A La Velocidad Del Tiempo
2025



Las máquinas titubean. Las plantas se entrometen. La luz se bloquea, solo para regresar. En la obra de Ícaro Zorbar, el delicado entramado de memoria, sonido y materia se convierte en una manera de escuchar al propio tiempo. Sus instalaciones abrazan la interrupción y el fallo, dejando que los accidentes y las fuerzas imprevisibles definan su ritmo.
Aquí el tiempo se niega a avanzar en línea recta. Tropieza, se repite, se raya, se superpone. La luz se filtra por orificios y letras recortadas; el sonido fluye desde tornamesas movidas por plantas; las imágenes surgen como sombras trazadas en la ausencia de luz. Todo parece efímero, y sin embargo nos mantiene en el presente.
A la velocidad del tiempo no habla de velocidad, sino de atención: a lo que se escapa, a lo que resiste el control, a lo que permanece apenas un instante antes de desvanecerse.
Ícaro Zorbar
Las máquinas titubean. Las plantas se entrometen. La luz se bloquea, solo para regresar. En la obra de Ícaro Zorbar, el delicado entramado de memoria, sonido y materia se convierte en una manera de escuchar al propio tiempo. Sus instalaciones abrazan la interrupción y el fallo, dejando que los accidentes y las fuerzas imprevisibles definan su ritmo.
Aquí el tiempo se niega a avanzar en línea recta. Tropieza, se repite, se raya, se superpone. La luz se filtra por orificios y letras recortadas; el sonido fluye desde tornamesas movidas por plantas; las imágenes surgen como sombras trazadas en la ausencia de luz. Todo parece efímero, y sin embargo nos mantiene en el presente.
A la velocidad del tiempo no habla de velocidad, sino de atención: a lo que se escapa, a lo que resiste el control, a lo que permanece apenas un instante antes de desvanecerse.
Ícaro Zorbar
Las máquinas titubean. Las plantas se entrometen. La luz se bloquea, solo para regresar. En la obra de Ícaro Zorbar, el delicado entramado de memoria, sonido y materia se convierte en una manera de escuchar al propio tiempo. Sus instalaciones abrazan la interrupción y el fallo, dejando que los accidentes y las fuerzas imprevisibles definan su ritmo.
Aquí el tiempo se niega a avanzar en línea recta. Tropieza, se repite, se raya, se superpone. La luz se filtra por orificios y letras recortadas; el sonido fluye desde tornamesas movidas por plantas; las imágenes surgen como sombras trazadas en la ausencia de luz. Todo parece efímero, y sin embargo nos mantiene en el presente.
A la velocidad del tiempo no habla de velocidad, sino de atención: a lo que se escapa, a lo que resiste el control, a lo que permanece apenas un instante antes de desvanecerse.
Ícaro Zorbar
Las máquinas titubean. Las plantas se entrometen. La luz se bloquea, solo para regresar. En la obra de Ícaro Zorbar, el delicado entramado de memoria, sonido y materia se convierte en una manera de escuchar al propio tiempo. Sus instalaciones abrazan la interrupción y el fallo, dejando que los accidentes y las fuerzas imprevisibles definan su ritmo.
Aquí el tiempo se niega a avanzar en línea recta. Tropieza, se repite, se raya, se superpone. La luz se filtra por orificios y letras recortadas; el sonido fluye desde tornamesas movidas por plantas; las imágenes surgen como sombras trazadas en la ausencia de luz. Todo parece efímero, y sin embargo nos mantiene en el presente.
A la velocidad del tiempo no habla de velocidad, sino de atención: a lo que se escapa, a lo que resiste el control, a lo que permanece apenas un instante antes de desvanecerse.
Ícaro Zorbar
Galería de imágenes
Un acercamiento a lo que presentó la exposición.