Antes de lo humano era el paisaje
Antes de lo humano era el paisaje
Antes de lo humano era el paisaje
Luis Canseco
•
Oaxaca, México



Luis Canseco (Oaxaca, 1986) presenta una investigación matérica que posiciona al paisaje como un agente activo y un cuerpo vulnerado por el régimen extractivista global. La obra parte de una inmersión del artista en las minas de grafito de su estado natal, un territorio marcado por la extracción sistemática de este mineral, clave para la industria tecnológica. Esta muestra es el producto de una investigación sobre las consecuencias de dicha economía, utilizando al propio mineral como instrumento, sujeto, medio, archivo y testimonio de la transformación del entorno. El conjunto de obras propone un cuestionamiento sobre cómo abordar estéticamente los procesos de despojo que configuran el México contemporáneo. Para el artista, este material opera como un símbolo de las tensiones territoriales actuales. A medida que su demanda global se incrementa exponencialmente por su uso en baterías de litio y tecnologías "verdes", las comunidades oaxaqueñas enfrentan la contaminación de mantos acuíferos, la alteración irreversible del paisaje y el desplazamiento de sus prácticas agrícolas tradicionales.
La propuesta se define como una forma de generar conocimiento sobre un territorio, donde el saber y el sentir surgen del análisis de la propia sustancia que le ha sido despojada. El grafito funciona en estas obras como una huella indicial, término que la teórica Rosalind Krauss atribuyó a la traza física inseparable de su origen. Cada pieza es un fragmento desplazado de la mina, portador de una memoria geológica y de la violencia de su extracción. Canseco emplea técnicas como el dibujo en negativo —que para su completa apreciación necesita de aparatos electrónicos que usan este mismo mineral— y el gofrado (relieve en seco), procedimientos que funcionan como excavaciones sobre el papel, simulando a microescala el vaciamiento que ocurre en la tierra. Este gesto confronta al espectador con una "belleza ambivalente y conflictiva", donde la seducción formal de las superficies pulidas y oscuras obliga a reflexionar sobre el violento proceso de despojo que representan.
A través del dibujo expandido y la instalación escultórica Canseco materializa el concepto de un territorio irrumpido. En obras como Memorias de un vestigio II, el polvo y los fragmentos de grafito de la mina San Francisco Telixtlahuaca se combinan con elementos cerámicos como el barro de Atzompa. Dicha instalación se despliega en el suelo para establecer un diálogo entre un material ancestral y el grafito industrial destinado a la producción tecnológica mundial. Paralelamente, la muestra profundiza en la analogía entre paisaje y cuerpo por medio de piezas como Momento de una huella del tiempo II, en la que se intervienen elementos orgánicos como ramas y troncos, fusionando el dibujo con las vetas y cicatrices preexistentes de la madera. El territorio es presentado, así, como un organismo con memoria, cuyas heridas son homólogas a las marcas que el tiempo inscribe en la materia viva. De esta forma, la rama evoca una memoria fragmentada en la que paisaje y cuerpo comparten una misma historia de marcas y ausencias.
El resultado es un paisaje de vestigios donde cada pieza narra una historia geológica, económica y personal. Canseco, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, alinea su obra con prácticas artísticas latinoamericanas que han utilizado el arte como espacio de resistencia. "La expansión del grafito [...] me permite crear un paisaje que no sólo perdura como imagen, sino que también evoca un paisaje pasado construido en mi presente", afirma el artista. En su conjunto, la exposición se constituye como un acto de restitución simbólica. Al traer los restos físicos a la sala de exposiciones, la obra le devuelve una forma de presencia y agencia al territorio explotado, en un ejercicio de testimonio material que nos confronta con la responsabilidad de reconocer la profunda interconexión entre la demanda global, la devastación local y la memoria inscrita en el propio planeta.
Luis Canseco (Oaxaca, 1986) presenta una investigación matérica que posiciona al paisaje como un agente activo y un cuerpo vulnerado por el régimen extractivista global. La obra parte de una inmersión del artista en las minas de grafito de su estado natal, un territorio marcado por la extracción sistemática de este mineral, clave para la industria tecnológica. Esta muestra es el producto de una investigación sobre las consecuencias de dicha economía, utilizando al propio mineral como instrumento, sujeto, medio, archivo y testimonio de la transformación del entorno. El conjunto de obras propone un cuestionamiento sobre cómo abordar estéticamente los procesos de despojo que configuran el México contemporáneo. Para el artista, este material opera como un símbolo de las tensiones territoriales actuales. A medida que su demanda global se incrementa exponencialmente por su uso en baterías de litio y tecnologías "verdes", las comunidades oaxaqueñas enfrentan la contaminación de mantos acuíferos, la alteración irreversible del paisaje y el desplazamiento de sus prácticas agrícolas tradicionales.
La propuesta se define como una forma de generar conocimiento sobre un territorio, donde el saber y el sentir surgen del análisis de la propia sustancia que le ha sido despojada. El grafito funciona en estas obras como una huella indicial, término que la teórica Rosalind Krauss atribuyó a la traza física inseparable de su origen. Cada pieza es un fragmento desplazado de la mina, portador de una memoria geológica y de la violencia de su extracción. Canseco emplea técnicas como el dibujo en negativo —que para su completa apreciación necesita de aparatos electrónicos que usan este mismo mineral— y el gofrado (relieve en seco), procedimientos que funcionan como excavaciones sobre el papel, simulando a microescala el vaciamiento que ocurre en la tierra. Este gesto confronta al espectador con una "belleza ambivalente y conflictiva", donde la seducción formal de las superficies pulidas y oscuras obliga a reflexionar sobre el violento proceso de despojo que representan.
A través del dibujo expandido y la instalación escultórica Canseco materializa el concepto de un territorio irrumpido. En obras como Memorias de un vestigio II, el polvo y los fragmentos de grafito de la mina San Francisco Telixtlahuaca se combinan con elementos cerámicos como el barro de Atzompa. Dicha instalación se despliega en el suelo para establecer un diálogo entre un material ancestral y el grafito industrial destinado a la producción tecnológica mundial. Paralelamente, la muestra profundiza en la analogía entre paisaje y cuerpo por medio de piezas como Momento de una huella del tiempo II, en la que se intervienen elementos orgánicos como ramas y troncos, fusionando el dibujo con las vetas y cicatrices preexistentes de la madera. El territorio es presentado, así, como un organismo con memoria, cuyas heridas son homólogas a las marcas que el tiempo inscribe en la materia viva. De esta forma, la rama evoca una memoria fragmentada en la que paisaje y cuerpo comparten una misma historia de marcas y ausencias.
El resultado es un paisaje de vestigios donde cada pieza narra una historia geológica, económica y personal. Canseco, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, alinea su obra con prácticas artísticas latinoamericanas que han utilizado el arte como espacio de resistencia. "La expansión del grafito [...] me permite crear un paisaje que no sólo perdura como imagen, sino que también evoca un paisaje pasado construido en mi presente", afirma el artista. En su conjunto, la exposición se constituye como un acto de restitución simbólica. Al traer los restos físicos a la sala de exposiciones, la obra le devuelve una forma de presencia y agencia al territorio explotado, en un ejercicio de testimonio material que nos confronta con la responsabilidad de reconocer la profunda interconexión entre la demanda global, la devastación local y la memoria inscrita en el propio planeta.
Luis Canseco (Oaxaca, 1986) presenta una investigación matérica que posiciona al paisaje como un agente activo y un cuerpo vulnerado por el régimen extractivista global. La obra parte de una inmersión del artista en las minas de grafito de su estado natal, un territorio marcado por la extracción sistemática de este mineral, clave para la industria tecnológica. Esta muestra es el producto de una investigación sobre las consecuencias de dicha economía, utilizando al propio mineral como instrumento, sujeto, medio, archivo y testimonio de la transformación del entorno. El conjunto de obras propone un cuestionamiento sobre cómo abordar estéticamente los procesos de despojo que configuran el México contemporáneo. Para el artista, este material opera como un símbolo de las tensiones territoriales actuales. A medida que su demanda global se incrementa exponencialmente por su uso en baterías de litio y tecnologías "verdes", las comunidades oaxaqueñas enfrentan la contaminación de mantos acuíferos, la alteración irreversible del paisaje y el desplazamiento de sus prácticas agrícolas tradicionales.
La propuesta se define como una forma de generar conocimiento sobre un territorio, donde el saber y el sentir surgen del análisis de la propia sustancia que le ha sido despojada. El grafito funciona en estas obras como una huella indicial, término que la teórica Rosalind Krauss atribuyó a la traza física inseparable de su origen. Cada pieza es un fragmento desplazado de la mina, portador de una memoria geológica y de la violencia de su extracción. Canseco emplea técnicas como el dibujo en negativo —que para su completa apreciación necesita de aparatos electrónicos que usan este mismo mineral— y el gofrado (relieve en seco), procedimientos que funcionan como excavaciones sobre el papel, simulando a microescala el vaciamiento que ocurre en la tierra. Este gesto confronta al espectador con una "belleza ambivalente y conflictiva", donde la seducción formal de las superficies pulidas y oscuras obliga a reflexionar sobre el violento proceso de despojo que representan.
A través del dibujo expandido y la instalación escultórica Canseco materializa el concepto de un territorio irrumpido. En obras como Memorias de un vestigio II, el polvo y los fragmentos de grafito de la mina San Francisco Telixtlahuaca se combinan con elementos cerámicos como el barro de Atzompa. Dicha instalación se despliega en el suelo para establecer un diálogo entre un material ancestral y el grafito industrial destinado a la producción tecnológica mundial. Paralelamente, la muestra profundiza en la analogía entre paisaje y cuerpo por medio de piezas como Momento de una huella del tiempo II, en la que se intervienen elementos orgánicos como ramas y troncos, fusionando el dibujo con las vetas y cicatrices preexistentes de la madera. El territorio es presentado, así, como un organismo con memoria, cuyas heridas son homólogas a las marcas que el tiempo inscribe en la materia viva. De esta forma, la rama evoca una memoria fragmentada en la que paisaje y cuerpo comparten una misma historia de marcas y ausencias.
El resultado es un paisaje de vestigios donde cada pieza narra una historia geológica, económica y personal. Canseco, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, alinea su obra con prácticas artísticas latinoamericanas que han utilizado el arte como espacio de resistencia. "La expansión del grafito [...] me permite crear un paisaje que no sólo perdura como imagen, sino que también evoca un paisaje pasado construido en mi presente", afirma el artista. En su conjunto, la exposición se constituye como un acto de restitución simbólica. Al traer los restos físicos a la sala de exposiciones, la obra le devuelve una forma de presencia y agencia al territorio explotado, en un ejercicio de testimonio material que nos confronta con la responsabilidad de reconocer la profunda interconexión entre la demanda global, la devastación local y la memoria inscrita en el propio planeta.
Luis Canseco (Oaxaca, 1986) presenta una investigación matérica que posiciona al paisaje como un agente activo y un cuerpo vulnerado por el régimen extractivista global. La obra parte de una inmersión del artista en las minas de grafito de su estado natal, un territorio marcado por la extracción sistemática de este mineral, clave para la industria tecnológica. Esta muestra es el producto de una investigación sobre las consecuencias de dicha economía, utilizando al propio mineral como instrumento, sujeto, medio, archivo y testimonio de la transformación del entorno. El conjunto de obras propone un cuestionamiento sobre cómo abordar estéticamente los procesos de despojo que configuran el México contemporáneo. Para el artista, este material opera como un símbolo de las tensiones territoriales actuales. A medida que su demanda global se incrementa exponencialmente por su uso en baterías de litio y tecnologías "verdes", las comunidades oaxaqueñas enfrentan la contaminación de mantos acuíferos, la alteración irreversible del paisaje y el desplazamiento de sus prácticas agrícolas tradicionales.
La propuesta se define como una forma de generar conocimiento sobre un territorio, donde el saber y el sentir surgen del análisis de la propia sustancia que le ha sido despojada. El grafito funciona en estas obras como una huella indicial, término que la teórica Rosalind Krauss atribuyó a la traza física inseparable de su origen. Cada pieza es un fragmento desplazado de la mina, portador de una memoria geológica y de la violencia de su extracción. Canseco emplea técnicas como el dibujo en negativo —que para su completa apreciación necesita de aparatos electrónicos que usan este mismo mineral— y el gofrado (relieve en seco), procedimientos que funcionan como excavaciones sobre el papel, simulando a microescala el vaciamiento que ocurre en la tierra. Este gesto confronta al espectador con una "belleza ambivalente y conflictiva", donde la seducción formal de las superficies pulidas y oscuras obliga a reflexionar sobre el violento proceso de despojo que representan.
A través del dibujo expandido y la instalación escultórica Canseco materializa el concepto de un territorio irrumpido. En obras como Memorias de un vestigio II, el polvo y los fragmentos de grafito de la mina San Francisco Telixtlahuaca se combinan con elementos cerámicos como el barro de Atzompa. Dicha instalación se despliega en el suelo para establecer un diálogo entre un material ancestral y el grafito industrial destinado a la producción tecnológica mundial. Paralelamente, la muestra profundiza en la analogía entre paisaje y cuerpo por medio de piezas como Momento de una huella del tiempo II, en la que se intervienen elementos orgánicos como ramas y troncos, fusionando el dibujo con las vetas y cicatrices preexistentes de la madera. El territorio es presentado, así, como un organismo con memoria, cuyas heridas son homólogas a las marcas que el tiempo inscribe en la materia viva. De esta forma, la rama evoca una memoria fragmentada en la que paisaje y cuerpo comparten una misma historia de marcas y ausencias.
El resultado es un paisaje de vestigios donde cada pieza narra una historia geológica, económica y personal. Canseco, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte, alinea su obra con prácticas artísticas latinoamericanas que han utilizado el arte como espacio de resistencia. "La expansión del grafito [...] me permite crear un paisaje que no sólo perdura como imagen, sino que también evoca un paisaje pasado construido en mi presente", afirma el artista. En su conjunto, la exposición se constituye como un acto de restitución simbólica. Al traer los restos físicos a la sala de exposiciones, la obra le devuelve una forma de presencia y agencia al territorio explotado, en un ejercicio de testimonio material que nos confronta con la responsabilidad de reconocer la profunda interconexión entre la demanda global, la devastación local y la memoria inscrita en el propio planeta.
Galería de imágenes
Un acercamiento a lo que presentó la exposición.